martes, 8 de diciembre de 2009

LA VÍBORA DE PAWICHIKE


Te voy a contar la historia, solo porque has estado insistiendo, pero no me gusta que me juzguen loco, así es que ya estás advertido. Si llego a notar en un gesto o una mirada tuya que te quieres reír de mí, ahí le paramos. ¡Bonito papel va a hacer este triste viejo sirviéndote de diversión!
Dame otro trago y para la oreja.
Sucedió hace muchos años, a mí ya no me tocó vivirlo, pero me acuerdo de todas las cosas que me platicaba mi abuelo.
Aunque no creas, aquí en Pawichike había una laguna muy grande. Allá donde ves aquel llano todo seco y con la tierra agrietada y en aquellas tierritas que siembra Clemente, todo era agua.
Eran buenos tiempos, no como ahora, entonces sí llovía y se levantaban buenas cosechas, había maíz para todo el año y la gente no sufría por falta de agua, pues la laguna siempre estaba llena.
¿Qué si vivía contenta la gente? Pues claro, yo creo que como ahora, tenemos problemas pero no por eso perdemos la alegría. Todos los tiempos tienen sus cosas buenas y sus cosas malas y de cuando yo te estoy hablando igual.
El caso es que en la laguna vivía una víbora y toda la gente le tenía miedo. Como no le iban a tener miedo, si era una víbora grandísima, más de lo que puedas imaginarte. Podía tragarse un toro completo y lo hizo muchas veces. A cada rato se perdían vacas, becerros y hasta mulas y caballos.
Claro que le tenían miedo, sí señor, si nomás de oír cómo gritaba por las tardes se les ponía la carne de gallina, por eso le sacaban la vuelta y esperaban a que se hundiera en el agua antes de acercarse a la laguna. Y todavía así, logró llevarse tres o cuatro niños.
Ya te estoy notando tu cara de incrédulo, pero allá tú, sabe Dios que te estoy hablando tal y como a mí me lo contaron y no nomás mi abuelo, todavía hay gente que se acuerda de esto.
Déjame la botella aquí cerca que de tanto hablar se me seca la garganta y luego me agarra una tos que Dios guarde.
Bueno, pues te decía del miedo a la víbora y esto es tan cierto como que la gente se organizó para buscar la forma de matar este animal del carajo.
El miedo se hizo más grande cuando oyeron decir que en Nonoava había otro animal así que vivía en el río y asustaba también a la gente de por esos lugares.
Total que se reunieron, hablaron mucho y al final acordaron hacer como dijo el Owirúami. Esto es hacer una ceremonia, pensando en que no había ningún animal parecido y por lo tanto, no podía ser de este mundo, para hacer que la víbora se fuera de esa laguna y poder vivir en paz.
Como hacían falta muchas cosas que no había en Pawichike, se comisionó a dos hombres fuertes y con fama de buenos corredores para que fueran al barranco a conseguir palo amarillo y otras yerbas que se necesitaban.
Pasó una semana y regresaron los comisionados. Entonces el Owirúami preparó todo para la fiesta, que se hizo rápidamente, con la participación de toda la gente que tenía puestas sus esperanzas en que con eso la víbora se fuera de ahí.
Comenzaron por la tarde, con el baile de Yumari, tomaron teswino y ya muy noche, el Owirúami hizo la ceremonia de purificación con palo amarillo.
Y tan verdad como que aquí estamos tú y yo, la víbora voló. Todos los que estaban despiertos en la madrugada se dieron cuenta. El animal lanzó un grito espantoso y levantó el vuelo.
Se fue volando, volando hasta que cayó en la laguna de Aboreachi, que entonces estaba seca.
La gente de Pawichike estaba muy contenta, pero el gusto les duró poco porque la laguna se empezó a secar hasta que desapareció y no quedaron ni señas, así como ves que está ahora.
En cambio, tú has visto como está la laguna de Aboreachi, con agua. Dicen que allá está todavía la víbora que voló de Pawichique, aunque ya no asusta a la gente. Yo creo que porque ya está muy vieja.
Bueno, pues aunque te rías. Allá tú si no me crees, pero pregúntale a quien quieras y te darás cuenta que allá mero, donde te estoy señalando había una laguna muy grande y una víbora gigante retenía el agua.

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