miércoles, 17 de febrero de 2010

CRÓNICAS GUACHOCHENSES

EL GALÁN DEL RUMBO



Hay un individuo que me motivó a escribir esta historia. No sé su nombre pero lo veo casi todos los días, pues parece tener una rutina establecida y parece también disponer de mucho tiempo libre.

Por las mañanas, de lunes a viernes, su rutina consiste en recorrer algunas calles a bordo de su automóvil; circula lentamente y con el estéreo a todo volumen, siempre con música sierreña y narcocorridos, se pasea a la hora de entrada de las escuelas, como si tuviera por tarea el dar serenata mañanera a las jóvenes estudiantes.

Y cumple su tarea con fervor religioso. Desde las siete de la mañana ya va rumbo al bachillerato; luego pasa lentamente frente a las instalaciones de la UPN, donde toman clases los estudiantes de la Universidad Tecnológica y continúa a ese mismo paso rumbo al CBTa, haciendo retumbar las bocinas de su auto con el sonido de las guitarras, la tuba y el acordeón.

Parece un hombre concentrado en su actividad. A paso lento circula y la música resuena mientras él voltea a uno y otro lado de la calle, observa a las jóvenes, que generalmente van a toda prisa a la escuela, las sigue con la mirada y continúa su camino. Así alcanza a dar dos o tres vueltas por las mismas calles y pasando por las mismas escuelas, como si estuviera cerciorándose de que todo mundo entra puntual a sus clases. Solo entonces se retira, cuando ya la circulación en el área se reduce.

Pero eso no es todo. El hombre vuelve y vuelve con su música. Alrededor de las dos de la tarde se pasea de nuevo, a paso lento y la música sonando. Otra vez circula como diciendo, ¡Mírenme chicas, ya estoy aquí de nuevo, les traigo su serenata y su despedida hasta mañana! Al final, cuando ya se han ido, se retira también con una sonrisa.

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