viernes, 23 de julio de 2021

Gota de Rocío

 

GOTA DE ROCÍO

Noel Irán Bustillos Gardea


Gota de Rocío caminaba bajo la lluvia fría y miraba a su alrededor, el bosque le era desconocido y todo parecía estar envuelto entre sombras.

-¿Cómo me metí en esta aventura? pensaba mientras seguía caminando y escuchaba a su lado los pasos del señor Sí, que andaba a pasos cortos pero muy rápidos y repetía a cada instante -¡Perder una apuesta en una noche tan fría, qué desgracia la mía!

El señor Sí parecía realmente tener mucho frío, la lluvia que caía era finita y helada pero extrañamente Gota de Rocío no sentía nada de eso, con todo y que sus pies iban descalzos y su vestido de tela delgada, ¡ella no tenía frío! al contrario, se sentía muy bien y además, ¡cosa extraña! no tenía miedo. Últimamente había muchas cosas que le daban miedo y esta vez, pese a que se encontraba en una situación bastante rara, se sentía tranquila, contenta y en paz, ni siquiera le molestaba su rarísimo compañero de viaje, el señor Sí, que no paraba de decir cualquier cantidad de cosas.

Esta historia comienza un poco antes, cuando Gota de Rocío, la niña más hermosa, de mirada de luz y sonrisa resplandeciente miraba la luna a través de la ventana de su dormitorio. No tenía sueño así es que se levantó y abrió la ventana para dejar pasar el aire fresco. Hacía calor y la noche era encantadora, todo parecía sonreír y Gota de Rocío recordó que alguien le dijo alguna vez que había momentos en que el silencio del mundo permitía a los sentidos percibir la presencia de las hadas y otros seres mágicos que normalmente no son vistos ni escuchados por los seres humanos.

Sobre la ventana caminaba una arañita pequeña y Gota de Rocío estuvo a punto de gritar ¡Mamáaaaaaaaaaaaaaaa! Como acostumbraba hacerlo cuando quería llamar a su madre, pero se detuvo un instante antes de soltar el grito porque de pronto la arañita le pareció inofensiva y no solo eso, hasta parecía amistosa. Además reflexionó que su madre seguramente estaría dormida a esa hora. Respiró hondo y no dejó que el miedo le ganara. -No voy a pensar cosas feas, se dijo y se acercó más a la ventana al sentir que un airecito cálido hacía mover sus cabellos. -¿Tendrá que ver con los jueguitos de las hadas en el viento? Se quedó quietita, con los ojos cerrados un rato mientras las haditas se enredaban, bailaban y hacían travesuras en su cabello.

Fue un momento de paz, de mucha tranquilidad, pero solo un momento. Gota de Rocío abrió los ojos con la sensación de que algo había pasado. Miró a la ventana, no había nada, hacia fuera y tampoco, la luna y las estrellas estaban ahí y se sentía la quietud, el silencio, la tranquilidad…

Algo se movió en el piso, el movimiento fue apenas como una sensación, luego no había nada, la luz de la luna entraba por la ventana, la luz era tenue pero no estaba oscuro, Gota de Rocío miró atentamente hacia todos lados sin descubrir nada, sin embargo estaba segura de que ahí había algo.

¡Sí! ¡Definitivamente había algo! Otra vez esa sensación de movimiento. Gota de Rocío estuvo a punto de gritar con todas sus fuerzas ¡Mamáaaaaaaaa! Pero el grito no llegó a salir de su garganta. Se quedó quieta al llegar a sus oídos las notas de una música hermosa que no sabía de donde estaba saliendo, pero se escuchaba realmente muy linda y además le daba una sensación de seguridad, nada de miedo. Sin darse cuenta Gota de Rocío estaba sonriendo, con esa sonrisa hermosa que iluminaba su cara como la luz de un rayo de sol.

Con las notas de la música se fue haciendo visible un simpático personaje que se hizo presente ahí mismo. Medía apenas un poco más de medio metro, su boca era grande, de modo que parecía estar sonriendo siempre y era difícil adivinar su edad, había cosas que lo hacían parecer un niño pequeño y otras en las que parecía tener toda la edad del mundo; sus ojos eran simpáticos y amables.

-Niña hermosa he venido a saludarte y aquí estoy también para ayudarte.

Fueron las primeras palabras que Gota de Rocío escuchó de este simpático personaje, al tiempo que la música se desvanecía en el aire. Las palabras se acompañaron de una profunda inclinación de cabeza y al hacerlo se quitó un sombrerito que más parecía parte de su cabeza.

Gota de Rocío se pudo dar cuenta de que su ropa le daba el aspecto de un bicho del monte, parecía un gran saltamontes, pero también si se quedaba quieto un momento podía pasar por la rama o la corteza de un árbol. De cualquier modo le pareció muy chistoso y mucho más cuando se quitó el sombrero, así es que no pudo evitar reírse. –Tu sombrero es lo más gracioso que he visto. Así dijo Gota de Rocío antes de que el pequeño personaje se presentara como el señor Sí. –Tengo un hermano que se llama señor No y mi otro hermano se llama Tal Vez, además de muchos amigos, le dijo. –Yo soy el señor Sí y para mostrarte algo estoy aquí.

Para ese momento Gota de Rocío tenía una curiosidad enorme y quería preguntar muchas cosas, pero el señor Sí parecía adelantarse a sus pensamientos y hablaba sin parar, de modo que no era posible hacerle ninguna pregunta y además, ni falta hacía porque todas las preguntas que iba a hacer se iban respondiendo a medida que el señor Sí hablaba.

Con su forma rarísima de hablar, el señor Sí le dijo que venía de un lugar que podía ser tan lejano como quisiera y a la vez estar muy cerca, un lugar que podía ser tan oscuro como una noche sin luna o luminoso como un día soleado, un lugar donde podían escucharse los más variados sonidos, desde lamentos tristes hasta la música más bella, un lugar donde los sueños hermosos no tenían uno, sino mil nombres y los sueños feos solo eran llamados pesadillas. –El mundo de los sueños y de tu imaginación hermosa niña.

Gota de Rocío quiso hacer preguntas pero se dio cuenta de que no salían palabras de su boca, por ello solo se limitó a escuchar las explicaciones del señor Sí, quien le dijo que pasaba una alegre tarde de juegos con sus hermanos y amigos cuando decidieron hacer una apuesta. Como todos se habían dado cuenta de que en los últimos días Gota de Rocío parecía estar siempre preocupada y tener miedo de todo, decidieron que quizá una forma de animarla y ayudarle a tener fuerzas para enfrentar todas las cosas feas que pudiera pensar sería darle un completo paseo por ese mundo de sueños y fantasías donde ellos vivían. Y ese gran honor de pasear a Gota de Rocío le correspondería a quien perdiera en esa alegre partida de cartas que estaban jugando. De verdad era un gran honor pasear con Gota de Rocío, pero el señor Sí y sus amigos no querían dejar de jugar, además pensaban que aunque era una niña muy linda, a veces tenía muy mal carácter. Gota de Rocío sonrió cuando el señor Sí le dijo eso y pensó que realmente estaban muy equivocados.

Cada explicación que daba el señor Sí parecía adelantarse a los pensamientos de Gota de Rocío, de modo que ella apenas pensaba en alguna pregunta y pronto tenía la respuesta. Además, mientras hablaba, el señor Sí la iba conduciendo por un mundo desconocido, de paisajes cambiantes, de pronto sobrevolando una extensión de agua enorme, un mar inmenso y al poco tiempo caminando en un bosque luminoso donde se escuchaban los trinos de mil aves diferentes y volaban mariposas de brillantes colores que se posaban sobre una gran variedad de flores que parecían estar en una continua competencia de belleza.

Gota de Rocío se dejaba llevar, pero también sentía curiosidad por ver más allá de esos lugares hermosos y caminaba por su cuenta, el señor Sí la seguía, protestando porque cada cambio parecía afectarle demasiado. Así caminaron por tierras áridas, tan resecas y calientes que parecía que jamás hubiera caído en ellas una gota de agua, por caminos difíciles en los que, a pesar de eso, Gota de Rocío se sentía tranquila y confiada, no así el señor Sí, que parecía resentir con doble fuerza los problemas, los accidentes del terreno y los fenómenos del clima. Gota de Rocío se preguntaba por qué ocurría eso, ella sabía exactamente donde posar su pie a cada paso sin cortarse con las piedras filosas, sin herirse con las espinas, sin caer en los desfiladeros inmensos por los que pasaban, no le afectaba el calor tan fuerte del que hablaba el señor Sí cuando caminaban bajo el sol, ni sentía ese frío que se metía hasta los huesos, como en ese momento, en el que atravesaban bajo la lluvia el bosque helado y sombrío. –Eres nuestra invitada en este mundo de sueños- le dijo el señor Sí como respuesta a las preguntas que Gota de Rocío se hacía en sus pensamientos. –Mi trabajo ahora es hacer que tú te sientas muy bien, yo cargo con cualquier cosa que a ti pueda hacerte sentir mal.

Cuando terminaron de cruzar el bosque helado el señor Sí parecía estar a punto de caer de cansancio; afortunadamente llegaron a la orilla de un río y al poco caminar estaban a la sombra de un árbol solitario en una amplia llanura donde soplaba un viento cálido y tranquilizador. Se escuchaba el suave murmullo del agua del río al correr y un poco más lejos algo como la caída de una cascada. El lugar invitaba al reposo. –Descansemos un poco bajo este árbol, te lo pido por favor niña linda. –Dijo el señor Sí con una cara de súplica que se veía bien cómica. Pero ni siquiera esperó una respuesta, se acomodó lo mejor que pudo entre las raíces del árbol y al poco tiempo estaba profundamente dormido.

Gota de Rocío pensó que ella sola, sin el señor Sí podría ir a explorar ese lugar, caminar por la orilla del río y llegar hasta la cascada que se escuchaba a lo lejos. ¡Debía ser linda! Y el agua se veía tan clara y parecía cálida. Ah, pero también se estaba tan bien ahí bajo el árbol. Gota de Rocío cerró sus ojitos hermosos, con los ojos cerrados se concentró en escuchar el sonido del ambiente y en oler ese suave perfume que llegaba de todos lados. No se dio cuenta en qué momento se quedó dormida, tampoco se dio cuenta si durmió mucho tiempo. Lo que sí sintió es que los rayos del sol que se filtraban por entre las hojas del árbol le hacían cosquillitas en los ojos. Se sentía tan bien así que no quería abrirlos, con la luz que llegaba a sus ojos cerrados veía figuritas multicolores y se quedó así durante mucho rato, sintiéndose feliz, tenía una gran sonrisa dibujada en su boca cuando fue abriendo sus ojos poco a poquito. Ella esperaba ver al señor Sí dormido junto a las raíces del árbol, esperaba ver el árbol bajo cuyas ramas se sentía también… Al abrir sus ojos vio primero los rayitos de sol que le caían encima, luego la ventana abierta y las paredes de su habitación. Abrió bien los ojos y se dio cuenta de que había sido un sueño, sin embargo se sentía como si realmente lo hubiera vivido. Se levantó contenta y se acercó a la ventana, desde ahí pudo escuchar algo como el rumor del agua que corre en un río, a los lejos una cascada y flotaba en el ambiente un perfume mágico. Algo llamó su atención en un árbol de su jardín, en sus raíces un saltamontes sacudió sus patas y se dispuso a dar un gran salto. Fue una visión muy rápida, el saltamontes emprendió el vuelo, pero Gota de Rocío hubiera jurado que un momento antes de saltar se puso un extraño sombrero. Un sombrero como el del señor Sí.